sábado, 24 de noviembre de 2012

VI: Are you gonna be my girl I

Sus dedos resbalaron por su pecho. Su camisa se empezaba a abrir, lentamente, dejando paso a la respiración suave de la chica sobre su piel. Se le erizaba el vello del pecho, y ella sonreía al verle estremecerse. Virginia bajó su rostro y sopló contra su piel, alzando un poco su prenda, dejando ver bajo la luz fluorescente de ese cuarto sus pequeños pezones. Ella parecía disfrutar con esa visión y mientras sus dedos descendían desabotonando su camisa, con una velocidad que bien parecía que lo que hacía era rasgar la tela, Thomas no hacía más que suspirar, nervioso. Su cuerpo era un enjambre, un avispero enfurecido, todo le vibraba, todo le reclamaba libertad. Su ropa, aunque se estaban deshaciendo de ella, le incomodaba, parecía que le pesara kilos, que le asfixiaba. Quería arrebatársela deprisa, pero Virginia parecía empecinada en que eso no ocurriese. Su severa mirada le quitaba al joven toda gana de actuar en su contra. Ella dominaba, ella mandaba, Thomas obedecía fielmente.
Sus párpados cayeron al sentir la fría yema de lo dedos de Virginia posarse sobre su vientre, acariciándolo. Jugó con su ombligo, lentamente, y luego sacó la camisa de dentro de sus pantalones, para dejarla abierta, dejando su pecho al aire, a la vista. Y se subió en él. Su pelvis se colocó sobre la de él, y ella le miró desde arriba. Su cabello caía en cascada, cubría su rostro y le ocultaba su expresión. Descendió lentamente y su lengua se postró contra su piel para luego ascender poco a poco. Su saliva hervía en contacto con la piel de Thomas, el cual miraba la escena con pasmada emoción, y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios al ver como esa lengua fina, delgada y elástica se movía por su cuerpo, zigzagueando, escalándolo. Las manos de la joven abrieron un poco más la camisa de Thomas y apartaron la molesta corbata, a lo que Thomas llevó sus manos al nudo para deshacerse de ella, pero Virginia le paró, apartando sus manos de la prenda, y una mirada bastó para hacerle saber que esa prenda tan molesta jugaría un rol muy importante más adelante.
Y su lengua seguía subiendo, llegando hasta su pecho. Lanzó su cabeza hacia la derecha, lentamente, sin apartar la lengua del torso del joven, y llegó finalmente a uno de sus pezones, algo erecto por el frío, y ella se limitó a acariciarlo lentamente con la punta de su sinhueso, moviéndose como una serpiente que tantea un terreno fangoso y peligroso. Se movía con autoridad, pero a la vez con curiosidad. Sus labios envolvieron la piel del joven, quedando ahora su pezón al contacto caliente de la saliva y el aliento suave de Virginia. Succionó, y Thomas no pudo evitar un gemido que cubrió de gloria el cuarto y dibujó una sonrisa en los labios de la prostituta, la cual ahora usaba sus dientes para estimular ese pequeño y tímido pezón. Su rostro se zarandeó, retorciendo levemente ese pequeño botón que sobresalía del pecho del joven y, finalmente, lo liberó. La saliva resbaló por su piel y Virginia se incorporó, mirándolo, y llevó uno de sus dedos a los labios del joven. Más concretamente el pulgar, y jugó con éstos mientras lo miraba sonriendo para, finalmente, separarlos e introducirlo en su boca, dejando que Thomas jugase con él a placer. Y éste, miedoso, se limitó a recorrerlo con la lengua, poco a poco, con más miedo que excitación. Su mirada insegura hacía sonreír a la experimentada Virginia y ésta, con un suave tirón, sacó el dedo de entre los labios de Thomas, el cual se quedó perplejo por la situación.

Virginia se movió un poco, sus caderas se balancearon lentamente de atrás hacia adelante, incitando a Thomas a que la acompañase en esa danza tan extraña. Y Thomas así lo hizo. Sus caderas siguieron el rítmico compás que marcaba la joven, y lentamente los jadeos de ambos fueron llenando esa sala angosta. La chica parecía disfrutar de los jadeos del joven, y no hacía más que provocarle para que siguiese emitiéndolos, mientras sus manos recorrían el cuerpo del muchacho, lentamente, examinándolo. Sus uñas rozaban su piel y dejaban fugaces marcas rojizas que se borraban con el paso de los segundos. Los hombros de Thomas pronto se desnudaron a deseo de Virginia y la camisa pronto desapareció, cayendo a uno de los lados de la cama. Ahora las manos de la morena caían lentamente por los torneados brazos del muchacho, llegando finalmente a sus muñecas, agarrándolas y llevando a la fuerza las manos de Thomas a su trasero, obligándolo a que lo agarrase, a que apretase sus nalgas cubiertas por su ropa interior. Y aunque éste parecía algo receloso a hacerlo, terminó jugando con ellas, apretándolas, masajeándolas. En su mente se dibujó una respingona masa de pan y sus manos se movían contra ésta, amasándola, hundiendo sus dedos, dándole forma ovalada. Y parecía que iba por el buen camino. Las caderas de Virginia no hacían más que moverse, cada vez con más pasión. Su cuerpo se movía y caía lentamente, haciendo más presión contra el incipiente miembro de Thomas.
— ¿Tienes pensado lo que vas a hacerme? — Preguntó Virginia jadeando lentamente, mirando con una sonrisa a Thomas, que descansaba sobre el colchón, observándola atónito, con los labios entreabiertos, dejando escapar su agitada respiración — ¿O piensas improvisar?
Thomas no supo que responder, sólo se mordió el labio inferior y subió sus manos de sus nalgas a su cintura, acariciándola lentamente con sus dedos, queriendo subir más por su cuerpo, acariciar sus pechos, jugar con ellos.
— Déjate llevar...
Murmuró, y Thomas así lo hizo. Sus manos subieron lentamente por el cuerpo de la joven, moviéndose poco a poco a medida que la temperatura de ambos iba en aumento. Él miró su cuerpo, moviéndose contra el suyo propio, y pasó sus manos de su espalda a su vientre. Acarició su ombligo, con ternura, pellizcando levemente la piel de su vientre, haciéndola sonreír. Ésto le llenó de valor para seguir, y sus manos se elevaron lentamente hasta las copas de su sujetador, y Virginia bajó un poco la cabeza para mirar sus manos, para luego acercarse un poco a él, haciendo que las manos de su amante se alzaran inevitablemente, envolviendo la curva perfecta de sus pechos con ellas. Al sentir ambas contra éstos, Virginia se mordió el labio inferior, moviéndose todavía contra la cintura de Thomas y éste empezó a apretarlos, ignorando la tela sedosa de su sostén, hundiendo sus dedos en la piel que dejaba al aire su prenda, para luego usar sus dedos como garras y agarrarse a las copas del sujetador para hacerlas caer. Una de las manos de la morena corrió a bajar sus tirantes, dejando así que las copas cayesen sin esfuerzo alguno, dejando a la vista sus pechos turgentes. Virginia llevó una mano a la corbata de Thomas y tiró de ella, apretando a su vez el nudo, haciendo presión contra su garganta. El joven se apresuró en incorporarse, pegándose a ella, y una de las manos de la prostituta jugó con su cabello mientras sus ojos lo miraban atentamente, para luego dibujar una nueva sonrisa y obligar a inclinar su cabeza, llevándola hacia sus pechos.
— Hazlo, lo estás deseando... 
Dijo con total naturalidad, y por un segundo dejó que Thomas la mirase desde ahí abajo, para luego obligarle a pegarse contra su pecho. Los brazos del joven envolvieron el cuerpo de la prostituta y sus uñas se clavaron en su perfecta espalda, apretándola contra él mientras sus labios envolvían uno de sus pechos, como ella había hecho hacía unos instantes, y succionó su pezón del mismo modo que ella hizo con el suyo. Repitió todo lo que ella había probado con él: su lengua rodeó y jugó con el botón, que estaba erecto, cálido  al tacto. Su saliva envolvió la piel sensible de esa zona y sus dientes se apretaron contra su extremo mientras Thomas cerraba sus ojos, "dejándose llevar". Zarandeó su cabeza lentamente de un lado a otro, y luego tiró levemente del pezón, atrapado aún entre sus dientes. Los constantes jadeos de Virginia le hacían saber que no lo estaba haciendo mal, que su cuerpo gozaba con lo que él le hacía, y aunque se sentía algo cohibido y obligado, principalmente por la mano de la muchacha que seguía en su cabeza, apretándolo contra ella, aún así, sentía que estaba en el paraíso. Quería sentirse siempre así. 
Separó un poco su rostro del pecho de Virginia, estirando lo que pudo su pezón antes de soltarlo, viéndolo en carne viva, ¿se había excedido con la pasión? La mirada de Virginia demostraba que, aún habiéndolo hecho, ella había disfrutado, y Thomas dibujó la misma sonrisa que había ocupado los labios de la prostituta durante toda la noche.
— Creo que ya sé lo que te quiero hacer...
Su ligero susurro llamó la atención de Virginia, la cual amplió su sonrisa y sus dedos deshicieron el nudo de la corbata, para luego dejar que Thomas se deshiciera de ella. La morena no dejó que la lanzara lejos, se la arrebató de entre los dedos y con ella envolvió ambas de sus muñecas, dejando un pequeño espacio entre ambas, y con lujuria abrió sus labios y mordió la poca tela que separaba ambas manos, quedando su rostro entre éstas, mordiendo la corbata, sometida bajo un mandato que Thomas desconocía que tenía.
— Y yo — Respondió Virginia mientras sus dientes se apretaban contra su mordaza improvisada y se separaba de ésta unos instantes para hablar — Pero, ¿serás capaz?
Volvió a morder, y Thomas se la quedó mirando, sin saber qué decir.

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